El sufragio universal consiste en el derecho a votar de toda la población adulta de un Estado, independientemente de su raza, sexo, creencias o condición social, y el sufragio femenino hace referencia al derecho de voto ejercido por las mujeres, y también el derecho a ser votadas.
Este derecho de las mujeres que parece tan elemental, no hace ni 100 años que se puede ejercer en los países más avanzados y en algunos todavía no es posible hoy en día, como por ejemplo Arabia Saudí, Brunei y los Emiratos Árabes Unidos.
El logro del sufragio universal se ha dado a partir de la evolución de la democracia. Después de la Revolución Francesa el poder político empezó a estar en manos de cámaras de representantes, por lo cual era necesario regular su sistema de elección. Así, se empezó con el sufragio censatario, en el cual votaban sólo los hombres con determinados requisitos de instrucción, renta y clase social; se pasó más tarde por el sufragio masculino (segunda mitad del siglo XIX), en el cual podían votar todos los hombres que supieran leer y escribir; hasta llegar al sufragio femenino (principios del siglo XX) y al sufragio universal (segunda mitad del siglo XX) con la inclusión de los analfabetos y gente de todas las razas.
La obtención del sufragio femenino no ha sido fácil en ningún país y siempre ha necesitado la lucha dura y larga de unas cuantas mujeres muy valientes. La configuración del movimiento sufragista como tal empezó a mediados del siglo XIX en países como Estados Unidos y Gran Bretaña, y normalmente no pedían sólo permiso para votar sino también la posibilidad de tener bienes propios, de acceder a estudios superiores o de obtener la custodia de los hijos en caso de divorcio, puesto que en aquella época se concedía automáticamente al padre.
En Estados Unidos todo empezó de la mano de los movimientos anti esclavistas, en los cuales militaron muchas mujeres, pero que, cuando vieron que eran marginadas por sus mismos compañeros de lucha, decidieron que ellas también tenían que luchar por su propia liberación. Un momento importante fue la Convención y posterior Declaración de Séneca Falls, en 1848.
En 1869, el Territorio de Wyoming se convirtió en el primer estado de los EE. UU. donde se instauró el sufragio femenino (sin diferencias de género) aunque no el sufragio universal (no podían votar hombres ni mujeres de piel negra). No obstante, 50 años después todavía no era un derecho que pudieran disfrutar muchas mujeres norteamericanas, pese a la lucha persistente que mantenían los movimientos llamados “sufragistas”.
El 10 de enero de 1917, las sufragistas decidieron concentrarse diariamente frente a la Casa Blanca. Sus protestas no tuvieron ninguna repercusión durante los primeros meses, pero el 20 de junio de 1917 estalló el escándalo. Durante la visita de una delegación rusa a la Casa Blanca, las sufragistas exhibieron una pancarta que decía: “Nosotras, las mujeres de los EE.UU. podemos afirmar que EE.UU. no es una democracia. A los 20 millones de mujeres que vivimos aquí se nos niega el derecho al voto”. Más de 200 activistas fueron detenidas.
Aquella protesta hizo visible el movimiento a escala nacional. El gobierno de los EE.UU. se había embarcado en la 1ª Guerra Mundial y exigía a las mujeres unirse al esfuerzo de guerra. “Entonces ¿por qué no podemos votar?”, respondieron las sufragistas.
El presidente Wilson, que hasta entonces se había opuesto al sufragio femenino, cambió su postura en 1918.
Al año siguiente el Congreso aprobó la Enmienda 19 a la Constitución, que prohíbe la discriminación de voto por razón de sexo. Éste fue uno de los muchos actos reivindicativos de los derechos de las mujeres que hizo historia.
En Inglaterra, la líder del movimiento sufragista fue Emmeline Pankhurst, que fundó la Liga en Favor del Derecho de Voto de la Mujer en 1892. Después de la muerte de su marido, radicalizó su mensaje y, con sus seguidoras (entre las cuales había su hermana y sus hijas), lideraba protestas que consistían en romper vidrios de escaparates y agredir policías, cosa que la llevó a prisión bastantes veces. Mujeres de diferentes clases sociales se sumaron a los gritos de las Pankhurst y el sufragismo se convirtió en una fuerza popular en todo el Reino Unido. A partir del año 1918 pudieron votar las mujeres mayores de 30 años.
El primer Estado en ofrecer el sufragio femenino (y también permitir a las mujeres presentarse a las elecciones para el parlamento) fue Australia del Sur en 1902 (según otras fuentes, en 1894).
El primer país europeo que aprobó el sufragio femenino fue Finlandia en 1907, que formaba parte del imperio ruso. En Suiza, por ejemplo, no se aprobó hasta 1971.
En España, en 1918 se fundó la ANME (Asociación Nacional de Mujeres Españolas), que fue la organización feminista más importante de la época. De 1920 a 1931 se dio el periodo de mayor actividad para conseguir el voto. Destacó Carmen de Burgos, que con la “Cruzada de Mujeres Españolas” convocó la primera manifestación feminista del Estado en 1921, durante la cual se repartió un manifiesto a favor del voto.
Durante la dictadura del general Primo de Rivera se dio el derecho de voto a las mujeres en el Estatuto Municipal de 1924. Este derecho, muy restringido, pues sólo podían votar las mujeres mayores de 23 años emancipadas que no fueran casadas ni prostitutas (es decir, una muy pequeña minoría), no se pudo ejercer nunca por la ausencia de elecciones.
Fue al empezar la II República (1931) que se promovió la inclusión del voto femenino en la Constitución defendido en las Cortes por las diputadas Clara Campoamor y Victoria Kent, aunque esta segunda en el último momento votó en contra, sometiéndose a la disciplina de partido.
Clara Campoamor defendió, a expensas de su propia posición en el Partido Radical en que militaba, el voto de las mujeres y se enfrentó a las habituales campañas que argumentaban la “insuficiencia de voluntad e inteligencia del sexo femenino”.
Finalmente, el 19 de noviembre de 1933 las mujeres ejercían por primera vez en España el derecho a votar en unas elecciones nacionales. (Antes, el 16 de abril de 1933, ya votaron por primera vez las mujeres de Canet de Mar haciendo uso del derecho al voto aprobado en la Constitución de 1931, en un referéndum sobre la construcción del mercado municipal).
Con la victoria del dictador Francisco Franco en la Guerra Civil, las mujeres no pudieron volver a votar hasta el 1977 en que se inició la transición hacia la democracia.
En Catalunya, ya en 1917 mujeres como Carme Karr y Àngela Cardona defendieron el sufragio femenino desde la revista Feminal. Carme Karr, fundadora de la revista, fue también la iniciadora en Barcelona de la ANME y fue una de las pocas mujeres del estado español que se reconoció en las sufragistas británicas y americanas, que se tildaban aquí de poco femeninas y demasiado radicales.
Tenemos que agradecer que desde hace más de 100 años unos grupos de mujeres, y unos cuántos hombres, en diferentes lugares del mundo hayan luchado por lo que ahora nos parece una cosa tan evidente y de mínima justicia: que las mujeres tengan los mismos derechos políticos que los hombres y, en concreto, el derecho al voto… y ¡me habría gustado estar allí!.