DILEMAS ÉTICOS – Soraya Hernández – Revista Valors – https://valors.org
Una azafata de Fitur denuncia a través de las redes haber sido despedida porque la empresa no disponía de uniformes de su talla. ¿Cómo se puede evitar la cosificación de la mujer?
Las presiones existentes en relación con la imagen personal y el peso son una constante en nuestra sociedad. A pesar de que sobre los hombres también recae un mandato de género que implica una demanda explícita sobre como vestir y comportarse, justo es decir que en el caso de las mujeres se multiplica cuando trabajan de cara al público: obligación de ir maquilladas, con tacones, con ropa ajustada, no pasar de un peso concreto… Unas imposiciones que se justifican bajo el pretexto de que la imagen de la “mujer”, en el mercado laboral, facilita la venta o promoción de productos. Se asume que las mujeres quieren ser y vestir de este modo, y no se reflexiona sobre el hecho de que estas demandas, o no asumirlas, pueden tener consecuencias sobre la salud física y emocional.
Esto es lo que le pasó a Alba en Fitur, feria para los profesionales del sector del turismo, donde tenía que trabajar como azafata. Debido a su peso y que no había vestidos de su talla fue despedida.
La empresa que había contratado a Alba, necesitaba un grupo de azafatas que llevaran uniforme con la intención de mostrar una imagen corporativa concreta, hecho que es común en la mayoría de representantes del mundo turístico que están presentes en Ifema durante los días de feria. Cuando Alba llegó al que sería su lugar de trabajo ya había pasado por el proceso de selección y, por lo tanto, era conocida su forma física.
La sorpresa llegó cuando, a la hora de vestirse con el uniforme, la talla más grande disponible era la 42. Su talla era la 46 y, en lugar de buscar una posible solución, fue despedida en aquel mismo momento. La chica hizo público su despido en las redes sociales luego que salió del recinto y su video, donde explicaba su indignación y la herida emocional ocasionada, se hizo viral generando varias opiniones y reacciones.
El impacto mediático generó que los organizadores de la feria se disculparan, a pesar de que ellos no tenían ninguna responsabilidad. Al día siguiente, la empresa se puso en contacto con Alba para ofrecerle de nuevo un trabajo donde el uniforme no fuera un problema. Lo rehusó explicando que no se encontraba con fuerzas para trabajar de cara al público a causa de su estado emocional, puesto que una vez viralizado el video recibió insultos en las redes.
¿Somos conscientes como sociedad de la presión que se recibe con relación a la figura física y cómo ésta puede ser perjudicial? ¿Somos conocedores de que cuando se envían estos mensajes todas las mujeres en busca de trabajo son interpeladas por el hecho de que pudieran perderlo por su peso o imagen? ¿Es ético despedir a alguien por su físico? ¿Se tendrían que revisar los códigos internos de conducta de las empresas para evitar el sexismo? ¿Cómo se siente una persona que es apartada de un trabajo para el cual está cualificada por el hecho que no hay tallas del uniforme adecuadas para ella? En un momento, en que hay un aumento del 25 por ciento en trastornos de la conducta alimentaria, con mayor prevalencia entre las niñas y las mujeres, ¿habría que regular este tipo de prácticas?
Con relación al hecho concreto expuesto queda claro que la empresa ha podido tomar la decisión de despedir porque no podía ofrecer la imagen que quería, puesto que es una empresa privada. También podría haber decidido buscar una solución más adecuada que el despido, aunque tocara adaptarse un poco a la situación. Nos quedará la duda de si los responsables de la empresa reflexionaron más allá del hecho concreto y de las consecuencias que su decisión podía perjudicar no solo a Alba sino a ellos mismos.