Fragmento del libro UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, del PADRE ÁNGEL, publicado por ALIENTA EDITORIAL.
Hemos tratado el tema de la pobreza infantil, entendida como la incapacidad que tienen algunos niños para acceder a una alimentación, sanidad y educación básica. Pero ahora quiero detenerme en otro tipo de pobreza: la que no se ve, pero sí se siente.
Me refiero a la falta de cariño, de caricias, de amor. Esta es la mayor pobreza. Hablamos mucho de la pobreza de hambre, de vestir, la energética, la de la cultura… pero la más grande, sin duda, es la del afecto. Es tan duro ver los ojos tristes de los niños…
En mi vida he visto a muchos niños, y he llegado a sentir que no tengan qué vestir o qué comer, o que no puedan ir a la escuela. Pero lo que uno de verdad siente es que no tengan un referente, un padre o una madre; que no tengan cariño, ni a nadie que se preocupe de ellos; que no puedan celebrar los cumpleaños; que nadie les visite…
Los niños pequeños gozan con muy poco. Lo único que les importa es que los quiera alguien. El sufrimiento de los menores es inmenso cuando no tienen un ambiente bueno en la familia. Quizá esa sea la mayor pobreza que uno puede experimentar en las casas. (…)
Siempre recordaré lo que me sucedió en Oviedo. Teníamos las Casas de Familia de La Cruz de los Ángeles en las que acogíamos a los pequeños que lo necesitaban. Un día, fui a la parada del autobús a recibir a un niño que venía a una de nuestras casas. Su nombre era Tinín, y tenía siete años. Rubio y menudo. Venía de un orfanato de Galicia.
Nada más verle le di un beso en la mejilla y nos pusimos en marcha hacia Prado Picón, donde teníamos la casa. Por el camino le hice las típicas preguntas: qué tal ha ido el trayecto, si le gustaba Oviedo, si había estado antes, qué era lo que más le había gustado del viaje… En fin, lo normal en estos casos
Se me partió el alma cuando se giró hacia mí y me dijo: “Lo que más me ha gustado es que me haya dado un beso. Nunca nadie me había dado un beso antes”.
Fue todo un impacto y aún hoy lo sigo recordando como si fuese ayer. ¿Cómo es posible que a este pequeñín nadie le hubiese dado un beso en siete años de vida? Esto pone los pelos de punta a cualquiera. Esa es la verdadera pobreza de la que estoy hablando
Tinín se quedó conmigo hasta que cumplió los veinte años…
