DILEMAS ÉTICOS – Soraya Hernández – Revista Valors – https://valors.org
Ante los sustos que algunos se llevan al poner en alquiler sus inmuebles, los propietarios cada vez reclaman más características a los posibles arrendatarios. ¿Hasta dónde hay que respetar esta selección?
La crisis de la vivienda es uno de los retos de la sociedad actual. Vista la gran dificultad para adquirir una de propia, el alquiler, tanto de un piso entero como de una habitación, es la única opción posible.
La oferta y la demanda del alquiler aumentan constantemente, como también los requisitos que imponen los propietarios a los posibles candidatos. Algunas de estas condiciones pueden ser razonables y legítimas –como, por ejemplo, asegurar cierto nivel de solvencia o poder pagar por adelantado una mensualidad–, pero otras, por discriminatorias, se llegan a considerar prácticas ilegales –como no aceptar personas de una nacionalidad, religión u orientación sexual concreta. A pesar de esto, siempre queda una franja de grises donde los propietarios ponen sus reglas: sexo de la persona, profesión, tipo de amistades, uso que se hará del piso o habitación… ¿Es ético establecer este tipo de condiciones para poder alquilar?
Son diversas las experiencias recogidas en los últimos tiempos tanto en la prensa como en las redes: arrendatarios que se han encontrado con demandas de los propietarios que les han sorprendido o que incluso eran imposibles de asumir. La mayoría de los anuncios describen la búsqueda de un modelo de persona casi ideal. Se trata de alguien autóctono, solvente, que pueda aportar referencias tanto del trabajo como de otros lugares donde haya estado en alquiler, tranquilo, con una profesión reconocida socialmente, preferiblemente sin niños a cargo y soltero, que llegue tarde a casa y se ponga a dormir, que no tenga ganas de juerga, que sea limpio y pulcro. Algunas demandas incluso van más allá: se prohíbe llevar familiares o amigos al domicilio y el propietario quiere pasar de vez en cuando a inspeccionarlo.
En el caso de las habitaciones de alquiler, se llega a pedir un perfil todavía más concreto. Entre otros, se han encontrado habitaciones donde solo quieren chicas respetuosas, ordenadas o que no los guste cotillear. Son muchos los profesionales del sector que comparten lo que para ellos ya sería normal, como pedir personas que tengan estudios superiores, a quienes no les guste la música, que no tengan alergias, que se comprometan a cocinar los fines de semana, que no tengan muchos trastos, que no hablen por teléfono dentro de casa… Buceando entre portales inmobiliarios, incluso se encuentran propietarios que piden que no haya ningún tipo de actividad sexual dentro de su propiedad.
Cómo era de esperar, muchas voces han reaccionado a las últimas ocurrencias de los propietarios. Algunos usuarios de las redes han tildado esta práctica como controladora e invasiva y han cuestionado el derecho de los propietarios a limitar la vida privada de nadie. Otros usuarios defienden los requisitos y argumentan que se trata de una cuestión de respeto, seguridad, tranquilidad y convivencia, y que cada cual puede establecer las condiciones que quiera en casa suya.
¿Es ético hilar tan fino en lo que se pide para hacer un contrato de alquiler? ¿Habría que regular esta situación?
Se podría considerar que un propietario tiene derecho a pedir lo que quiera para preservar su patrimonio, aunque pueda parecer restrictivo e incluso abusivo o discriminatorio. En el otro lado del espectro, se podrían prohibir este tipo de requisitos respetando los principios de igualdad y no discriminación a la vez que haría falta que una autoridad controlara la correcta aplicación de todo. En un camino intermedio, habría que comprender los mínimos que necesitan los propietarios para asegurar la viabilidad del alquiler y el respeto a la vivienda, pero también poner unos límites que no topen con la vida privada y la intimidad de los futuros arrendatarios y arrendatarias.