Soraya Hernández – Revista Valors – https://valors.org
Crece el consumo de ropa de mala calidad, a un bajo precio y fácil de adquirir en la web de cualquier gigante textil chino. Este tipo de consumo implica mano de obra que trabaja en malas condiciones y grandes cantidades de residuos difíciles de reciclar.
El mundo de la moda no ha sido ajeno a los cambios políticos y económicos del contexto global y de la aplicación de las nuevas tecnologías, desde la máquina de vapor hasta nuestros días. Según se ha podido ir produciendo a gran escala y los canales comunicativos han hecho que la información llegara a mucha más población, las tendencias en ropa y complementos se han democratizado. La industria ha propuesto productos a un precio razonable para el bolsillo medio siguiendo los dictámenes de las grandes casas de moda de todas partes. Y ha conseguido, a la vez, un consumo continuado que permite a cualquiera estar en boga. Se crea así lo que denominamos fast fashion o moda rápida: productos a un bajo precio, de baja calidad (al fin y al cabo, no hace falta que duren mucho; la idea es el cambio constante) y fáciles de adquirir en la web de cualquier gigante textil chino. Desgraciadamente, esta manera de consumo implica mano de obra que a menudo trabaja sin derechos o en muy malas condiciones e ingentes residuos difíciles de reciclar (plásticos y materiales sintéticos que acaban en vertederos normalmente en países en vías de desarrollo). Varios gobiernos europeos, preocupados por la situación, empiezan a proponer acciones para evitar o controlar el fast fashion. ¿Es ético limitar la producción de este tipo de negocio?
Ha sido en Francia donde se ha puesto la primera piedra para regular la moda rápida. Según un proyecto de ley ya votado y pendiente de aprobación del Senado, este tipo de productos y de precios generan impulsos de compra muy importantes en los consumidores (hablan, incluso, de adicción) con consecuencias negativas tanto económicas como medioambientales, a corto y largo plazo. No es la primera medida que pone en marcha el país galo, puesto que hace tiempo que crea iniciativas que favorecen la reparación de zapatos y el uso de ropa de segunda mano, entre otros.
En España, como en otros países, recomendaciones y campañas intentan concienciar que el poliéster y los aceites que se usan generan un impacto perjudicial en la naturaleza. Pero en Francia dan un paso más proponiendo impuestos por prenda de ropa y la prohibición de hacer publicidad de este tipo de moda. Políticos de todos los colores se han puesto de acuerdo y muchas empresas han tenido que cerrar, cosa que ha significado una gran pérdida de puestos de trabajo. Las asociaciones de consumidores no han tardado en hacer llegar sus quejas alegando que, en un entorno de crisis, este tipo de productos ayudan a las familias vulnerables.
Otras voces críticas han puesto el foco en la discriminación que supone la ley –se centra en empresas asiáticas–, mientras que no habrá ninguna medida para las cadenas americanas o europeas que también participan de este modelo. ¿Hay que poner en marcha esta clase de medidas? ¿Es ético un consumo de moda rápida si impacta en el medio ambiente y en las condiciones de vida de los trabajadores? Pero, ¿no hay otros muchos productos que también implican esta problemática y no se regulan?
Las leyes podrían ser restrictivas para cualquier tipo de producción que degrade la naturaleza o los trabajadores independientemente de los intereses de las grandes empresas y de las consecuencias para el consumidor con pocos recursos económicos. Cada país podría poner sus límites y potenciar la producción local y los hábitos respetuosos con el entorno. De manera totalmente opuesta se pueden dejar que los flujos y dinámicas de la globalización y la geopolítica determinen la oferta y la demanda sin tener en cuenta los daños a las generaciones futuras. Los cursos intermedios tendrían que pasar por la educación y la sensibilización de la población, el compromiso y equidad de la clase política y las ayudas para las familias vulnerables y las empresas en la transición hacia modelos sostenibles y ecológicos.