Mercè Solé https://elpunxo.wordpress.com
Mi tía pronto hará 99 años. Es una persona muy autónoma, que todavía vive sola (en un equipamiento con servicios comunes), y que vela con celo por su independencia y libertad, no por desconfianza sino como una enconada defensa de su capacidad para valerse por sí misma. Con todo, consciente de que la edad no perdona y que a veces sufre episodios de confusión, me ha permitido que la ayude en el seguimiento de sus cuentas.
Siempre ha sido una persona comprometida con la cultura y con la sociedad. Lo que quiere decir que se hace cargo de un buen número de cuotas de apoyo a entidades diversas. Y siempre ha sido una persona atraída por las novedades electrónicas (como mi madre –su hermana– y como yo misma). Pero, aquí sí que ya no está muy al día, porque ha llegado a un punto en que saltar la brecha digital y moverse con agilidad con tantos conceptos y contraseñas nuevos se le hace imposible.
Cuando me he puesto a revisar sus cuentas, he podido comprobar con alarma que de algunas entidades y servicios pagaba cantidades desorbitadas, que la ponían en números rojos. Es el caso de Movistar, que le cobraba la cuota máxima: todo el fútbol, todo el cine, todas las series, máxima velocidad en todo y más. Claramente un abuso. Porque ella ni lo había pedido ni era consciente de que con mucho menos pasaba.
Pero me ha parecido mucho peor comprobar que algunas entidades sociales le habían ido incrementando la cuota muy por encima de la media. Entidades que hacen del acoso telefónico (lo conozco porque yo también lo he sufrido) una forma que me parece poco lícita de incrementar sus ingresos. Te llaman, te agradecen con halagos excesivos tu solidaridad, y te empiezan a explicar todas las penas -seguramente todas verdad- que detectan, sobre todo cuando se acaba de producir cualquier desgracia colectiva: la guerra, el hambre, los terremotos o las inundaciones. Decir que no, cuando se tiene cierta sensibilidad social, cuesta mucho. Pero cuando además ya tienes dificultades para administrarte es imposible. Me parece fatal que practiquen esto con personas de edad muy avanzada. Es claramente abusivo. Es el caso de Intermón, de Médicos sin Fronteras, de Cruz Roja, y últimamente incluso de Cáritas. Estos métodos enturbian su acción social.
Y todavía me he encontrado con un tercer abuso. La entidad donde ella tiene el dinero (CaixaBank) se dedica a vender todo tipo de trastos de lujo y a precios inasequibles para la mayoría. A mi tía, con 97 años, le vendieron un televisor que apenas le cabía en casa y que no sabe hacer funcionar suficientemente bien y un teléfono plegable, carísimo, que finalmente he heredado yo, porque tampoco lo pudo configurar.
Además, la vida cotidiana se hace muy pesada para la gente mayor. Los electrodomésticos actuales funcionan de manera muy diferente a los de toda la vida. Ya no es fácil escuchar música con CD o ver un video. Las nuevas tecnologías son geniales para la gente joven, pero a los mayores les cuesta muchísimo. Cómo les cuesta usar unas tarjetas de bus diferentes o comprar por internet.
Vamos tan deprisa que convertimos el mundo de los mayores en inhóspito y, no contentos con esto, entidades y empresas abusan de las personas más vulnerables.
