DILEMAS ÉTICOS – Soraya Hernández – Revista Valors – https://valors.org
El Penn Museum de Pensilvania ha anunciado que enterrará los cráneos de los esclavos negros de su colección. Por qué lo decide ahora, ¿presionado por los movimientos sociales contra el racismo?
Son muchos los conflictos éticos que se derivan de la experimentación médica con humanos que ha tenido lugar en varios momentos de nuestra historia. La bioética tiene parte de sus raíces en el estudio de los abusos cometidos en estas prácticas. No solo la medicina tiene episodios de este tipo; también otras ciencias como la antropología y la biología han usado las personas con el objetivo de generar conocimiento más allá del respecto a la dignidad y a los derechos humanos. Hay que contextualizar por qué se llevaron a cabo hechos que hoy en día nos parecen reprobables. Pero, también se hace necesaria una reflexión sobre como reparar el daño producido.
Esto es lo que están intentando hacer en el Penn Museum, el museo de antropología y arqueología de la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos. Las investigaciones de un doctorando llevaron a descubrir varios cráneos sin identificar todavía con etiquetas manuscritas tan significativas como “negro”, “idiota” o “lunático”.
A raíz de su significativo hallazgo, se puso el foco en esta y otras colecciones del museo donde se reunían restos humanos, como los 55 cráneos desenterrados de una plantación cubana. La existencia de este lote macabro se debe al trabajo del médico Samuel George Morton, quien, en el siglo XIX, decidió reunir 1.300 cráneos para sus estudios antropológicos. Con estudios comparativos quiso demostrar la supremacía del hombre blanco frente al que él consideraba “subespecies” (las personas negras). Una teoría totalmente refutada y considerada racista actualmente.
Este hecho nos podría recordar lo que sucedió con el cuerpo disecado del bosquimano en el museo de Banyoles o en los diferentes museos funerarios o mortuorios donde se exhiben a las visitas llegadas de todo el mundo los cráneos de tantas y tantas personas que inicialmente estaban en los cementerios.
Es a partir de los movimientos sociales de los últimos tiempos que se nos pide tomar conciencia de los abusos cometidos hacia comunidades y minorías específicas, como el Black Lives Matter. El museo Penn, concretamente, se ha planteado hacer un entierro de los cráneos en la misma Pensilvania o a través de una repatriación a los posibles y diferentes lugares de origen.
Las decisiones del museo son motivo de controversia y debate. ¿Por qué tardan tanto en tomar una decisión? ¿Por qué no lo han hecho hasta que han sido presionados? Por qué los museos se tienen que desprender de los cráneos de las personas negras, ¿pero, no hay la misma demanda con los cráneos de las personas blancas, como los de las catacumbas de París, por ejemplo, que continúan siendo exhibidos?
Y las respuestas dejan clara la dificultad del proceso: ¿dónde se tendrían que enterrar los cráneos si no se sabe cuál es su origen? Lo más ético es mantenerlos como colección para acordarnos de aquello que no tendríamos que hacer, ¿o enterrarlos en un cementerio? Si los cráneos se hubieran usado para investigaciones que hubieran tenido un resultado positivo para la sociedad, ¿cambiaría nuestra visión de lo que se tendría que hacer?
Se podría entender que los restos tienen que ser tratados con dignidad independientemente de su origen e, incluso, realizar alguna ceremonia de respeto sin importar el lugar donde se entierren o incineren. Pero, también se podrían destruir, puesto que el material no tiene utilidad. En todo caso, habría que recordar sobre cómo se llegó a crear una colección de este tipo, contextualizando los hallazgos del médico investigador en una época concreta y poniendo las bases para que los restos sean tratados con la dignidad que no tuvieron en el pasado.