Corría el año 1964. Y el dragón del comunismo internacional abría sus siete fauces para comerse a Chile.
La publicidad, sobre todo la publicidad en la televisión, bombardeaba a los chilenos mostrando imágenes de iglesias quemadas, de tanques rusos, de guerrilleros barbudos que secuestraban a los niños y se los llevaban lejos.
Y hubo elecciones. Y el miedo venció.
Y Salvador Allende, el candidato derrotado, me contó qué era lo que más le había dolido de esta experiencia dolorosa:
La empleada de la casa del lado, la casa del lado de su casa, en el barrio de Providencia, era una pobre mujer que trabajaba veinte horas por día ocupándose de los niños, lavando y planchando la ropa, fregando, haciendo la comida… del día a la noche trabajando sin cesar, esa pobre mujer que había envuelto su ropa en una bolsa de plástico y la había enterrado en el jardín, porque tenía miedo que si ganaban los Rojos, le expropiaran su propiedad.
Eduardo Galeano