DILEMAS ÉTICOS – Soraya Hernández – Revista Valors – https://valors.org
Las muertes recientes de dos famosos acusados de supuestos abusos sexuales, el actor Kirk Douglas y el jugador de baloncesto Kobe Bryant, abre el debate sobre cuando es prudente hablar del pasado oscuro de los difuntos.
En nuestra sociedad, la muerte es un tabú. El proceso de morir se esconde y los ritos de despido toman tu tono aséptico y fugaz. El luto, entendido como el camino de integración de la pérdida, que no de aceptación, no es tan visible como en otras épocas. Pero, ¿qué sucede cuando el difunto es famoso? ¿Se respeta la intimidad y necesidad de recogimiento de la familia? ¿Cuál es la reacción cuando la pérdida es pública y las nuevas tecnologías permiten expresar la opinión a cualquier ciudadano? La muerte del conocido actor Kirk Douglas y del jugador de baloncesto Kobe Bryant han sido ejemplos recientes.
El luto no se puede calcular en horas y las suyas ya conocidas fases (negación, rabia, tristeza, negociación, integración) no son lineales. No se puede asegurar categóricamente que en dos años habremos superado una pérdida del mismo modo que no se puede querer imponer que hay pérdidas que hacen más daño que otras. Cada persona es única y lleva su luto como puede o como quiere. Algunas necesitarán tiempo, otras acompañamientos, otras palabras, otras silencios… Sea como fuere, el luto siempre es un periodo delicado.
Cuando conocimos la noticia de la defunción de Kobe Bryant ya teníamos colgadas en las redes sociales imágenes del accidente que había acabado con su vida. La familia pidió respeto por su proceso de luto, pero los medios solo hablaban de él. A las pocas horas del suceso, una periodista del Washington Post, Felicia Sonmez, recordaba en las redes la noticia que salió a la luz en 2016, cuando el jugador fue acusado de agresión sexual. Voces críticas se levantaron en contra de la periodista acusándola de querer aprovechar la muerte de un famoso para hacerse notar. Otros le recordaban que no estaba respetando la familia. Se pidió públicamente su despido y así se hizo. El rotativo anunció su suspensión a pesar de que después no la hizo efectiva, puesto que otros sectores pidieron coherencia con lo que se supone que es hacer periodismo: investigar, conocer, informar y explicar los hechos a la ciudadanía.
Estos hechos generaron un debate: ¿qué tiempo es el prudencial antes de publicar información que pueda perjudicar la reputación o hacer daño a la familia del difunto? Y en medio de las opiniones a favor y en contra nos enteramos de la muerte del actor Kirk Douglas. El titular “muere la última estrella del cine clásico” ya fue controvertido, pero a las pocas horas del deceso del protagonista de Espartaco se nos recordaba la posible agresión sexual que infligió a la actriz Natalie Wood cuando esta solo tenía dieciséis años. El nombre de la actriz fue trending topic en Twitter, donde las voces de las mujeres que querían hacer visible un posible episodio delictivo de la famosa leyenda del cine no se pudieron silenciar. Muchos colectivos pidieron respeto por la familia.
En este tema los dilemas éticos son claros y ponen sobre la mesa la reflexión en torno a cómo nos tenemos que comportar durante el luto. ¿Existe un código implícito culturalmente aceptado que pide no hablar mal de los muertos? Si es así y si aceptamos esta premisa, ¿cuánto tiempo prudencial dura?
Aunque a nivel social se pueda dar valor a la discreción y al respeto, ¿esta conducta es una censura a los profesionales de los medios de comunicación que quieran informar de las luces y de las sombras del difunto? ¿Es ético despotricar de aquellas personas que ya no están, puesto que no tienen posibilidad de réplica? ¿No hacerlo sería esconder una parte de nuestra propia historia?