Ramón Radó – Revista Valors https://valors.org/
2018: A las dos del mediodía del 3 de mayo de 2018, ETA dejó de existir. Hacía más de ocho años que la organización no mataba a nadie y habían pasado más de seis desde que había anunciado el cese definitivo de su actividad armada. Era, pues, el punto final a una historia de más de 800 muertos. ¿Qué queda, ahora, de ETA y de cinco décadas de violencia en el País Vasco?
Queda el dolor. El dolor de las víctimas, independientemente de su ideología y de la bandera en nombre de la cual se les infligió este dolor. El dolor de víctimas como Maixabel Lasa. Pero, en medio del dolor, de vez en cuando hay algo bueno, un poco de luz en la noche. Como la historia de Maixabel Lasa.
2000: El 29 de julio del año 2000 por la mañana, su marido, el exgovernador civil de Guipúzcoa Juan Mari Jáuregui, le dijo que había soñado que lo mataban. “No pienses estas cosas”, le respondió ella. Al mediodía, le sonó el teléfono: era su hermana que le decía que no saliera de casa. Ella ya supo que se acababa de quedar viuda. Hacía seis días que habían celebrado sus Bodas de Plata.
2011: El 26 de junio de 2011, Lasa se reunió con Luis Carrasco, uno de los asesinos de su marido, en la prisión alavesa de Nanclares del Ganso. En el marco de los encuentros restaurativos entre víctimas y exmiembros de ETA arrepentidos, se encontró “con la persona que más daño me ha hecho en la vida” y no paró de hacerle preguntas, le escuchó y también le consoló. Carrasco escribió que con Lasa tenía “una deuda que nunca podré pagar”.
Al cabo de un tiempo, se reunió también con Ibon Etxezarreta, otro de los miembros del comando. Le dijo que prefería “ser la viuda de Juan Mari que ser tu madre” y el exetarra le contestó que él también habría “preferido ser Juan Mari Jáuregui que Ibon Etxezarreta”.
2014: Es 29 de julio y, como cada año, se hace un homenaje a Jáuregui en la montaña de Burdinkurutzeta, cerca de Tolosa. En un gesto inédito, asistió Etxezarreta, el hombre que conducía el coche del comando que lo mató, con un permiso penitenciario. Catorce años más tarde, también llevó el coche, con Lasa y un mediador del gobierno vasco dentro. Después de pedir perdón en una carta pública por un crimen “injustificable”, colocó un ramo de doce claveles rojos y uno de blanco: “los claveles rojos significan los años que he estado en la oscuridad y el blanco es mi retorno a la cordura”.
2018: La semana antes de que ETA se disolviera, se supo que Lasa está buscando trabajo para los asesinos de su marido. A pesar del dolor, asegura que lo hace porque cree “en las segundas oportunidades”.