Joan Alsina Hurtós nació en Castelló d’Empúries (Girona) el 28 de abril de 1942 y murió asesinado en Santiago de Chile el 19 de septiembre de 1973, a la edad de 31 años. Joan era un cura que ejercía su misión en Chile, junto a los obreros, y que fue víctima del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, promovido por el general Augusto Pinochet.
A los 11 años ingresó en el Seminario de Girona y a los 18 en el Seminario Hispano Americano de Madrid para las misiones. Una vez ordenado sacerdote, el 1965, fue destinado a Malgrat de Mar, donde estuvo hasta enero de 1968, que se fue a Chile para trabajar en la evangelización del mundo obrero, con los más desfavorecidos socialmente. En Santiago de Chile fue cura de la parroquia de San Ignacio y trabajó en el Hospital de San Juan de Dios. Alsina creía en la Teología de la Liberación y en el socialismo democrático de Salvador Allende, por lo que fue fichado como peligroso por el nuevo régimen pinochetista. El 19 de septiembre de 1973, ocho días después del golpe de estado que derrocó al presidente Allende, Alsina fue detenido y brutalmente apaleado cuando iba al hospital a trabajar. Al atardecer se lo llevaron al Puente Bulnes, sobre el río Mapocho, le descargaron una ráfaga de metralleta y lo lanzaron al río.
El día 18 por la noche, presintiendo su detención, redactó un escrito conocido como “El testamento de Juan Alsina” en el cual dejó constancia de los motivos de su entrega. De éste se escogen tres frases que escribió de propia mano: “Si el grano de trigo no muere, no da fruto, pero si muere da mucho fruto”. “Somos llevados como corderos al matadero”. “Cristo nos acompaña siempre dondequiera que estemos”.
Cuando sus compañeros y amigos querían disuadirle de ir al Hospital Central de Santiago, asediado por el ejército de Pinochet, les respondió: “Yo sé que mis compañeros sufrirán mucho y quiero ser solidario estando junto a ellos. Son momentos cruciales en los que uno tiene que ser consecuente con sus convicciones”. “El deber me llama y cumpliré con él”.
En el expediente del juicio celebrado por este hecho una vez caída la dictadura de Pinochet, figura la siguiente declaración del soldado que le disparó Nelson Balaños, un chico de tan sólo 18 años que, tiempo después, se suicidó: “…Al llegar al puente Bulnes, mi capitán frenó. Yo me bajé como lo hacía con cada uno de los que fusilaba y saqué a Juan del furgón y fui a vendarle los ojos. Pero Juan me dijo “por favor, no me pongas la venda, mátame de frente, porque quiero verte para darte el perdón”. Fue muy rápido. Recuerdo que levantó su mirada al cielo, hizo un gesto con las manos, las puso sobre su corazón, movió los labios como si estuviera rezando y dijo “Padre, perdónalos”. Yo le disparé una ráfaga y cayó sobre la barandilla. Después, con un pequeño empujón mío, cayó al río.”
Años después, en el mismo lugar de su muerte, se erigió un monumento con sus últimas palabras: “Mátame de frente, quiero verte para darte el perdón”.
Cuando todavía no hacía un año de su muerte, su padre Josep Alsina escribió una carta, realmente impresionante, perdonando al autor o los autores de la muerte de Joan, que dice entre otras cosas: “… En enero de 1968 te fuiste a Chile como misionero. Pasamos cuatro años sin verte y recuerdo muy bien aquel anochecer del mes de enero cuando llegaste y pasaste en casa dos meses de vacaciones. Después volviste a Chile diciéndonos que pasarías dos o tres años más allí y que después volverías…
Recuerdo muy bien que decías que en Chile tenias muchos amigos, ¡ya lo creo! Y que te querían de verdad. ¡Y esto lo han demostrado porque quisieron que te quedaras con ellos por siempre jamás! Yo querría saber quién es este amigo y tener su dirección… no para vengarme de él, sino para perdonarle y enviarle mi indulto para que no viva con remordimiento, porque de muy joven me enseñaron a perdonar y no lo he olvidado. Y tú Joan, desde arriba, donde descansas, perdónalo también, como perdonó Jesucristo a sus discípulos y a toda la humanidad. Adiós Joan. 23 de junio de 1974”.