PRIMERO COGIERON…
Primero cogieron los comunistas,
y yo no dije nada porque no era comunista.
Después se llevaron los judíos,
y yo no dije nada porque no era judío.
Después, vinieron a buscar los obreros;
no dije nada, porque yo no era obrero ni sindicalista.
Más tarde se metieron con los católicos,
y no dije nada porque yo era protestante.
Y cuando, finalmente, me cogieron a mí,
ya no quedaba nadie para protestar.
Martin Niemüller (atribuido equivocadamente a Bertolt Brecht)
DUBÁI Y ETIOPÍA
Dubái y Etiopía no podían estar más cerca ni más lejos: geográficamente, les separan menos de 2.500 kilómetros; pero socialmente, están a años luz.
Las máxima preocupación de una chica de Dubái puede que sea si su bolso será lo suficientemente caro como para no desmerecer con sus amigas, y la preocupación de otra chica de Etiopía (y no la única, sino una más) si podrá nacer vivo su hijo y sobrevivir ella al parto, ya que no dispone de la más elemental atención sanitaria.
Ya no se acuerdan los de Dubái que hace menos de 40 años vivían en “refugios de hojas de palma” como lo siguen haciendo cientos de millones de personas no muy lejos de sus lujosos rascacielos clavados en medio del desierto.
¿Cuantos turistas visitan Etiopía en un año y, con ello, contribuyen a mejorar su economía? Alrededor de medio millón, pese a ser un país inmenso, con grandes paisajes naturales y cerca de cien millones de habitantes, casi todos muy pobres.
¿Cuántos turistas visitan Dubái? Más de 11 millones, pese a ser solo una ciudad, con únicamente paisajes urbanos y dos millones y medio de habitantes, muchos de ellos muy ricos y tal vez ninguno muy pobre.
Ya lo dicen en mi pueblo, siempre llueve sobre mojado.
El País Semanal
CARTA DE UN NIÑO A TODOS LOS PADRES DEL MUNDO
No me den todo lo que les pido, a veces sólo pido para ver hasta cuánto podré tomar.
No me griten, los respeto menos cuando me gritan y me enseñan a gritar a mí también, y yo no quisiera gritar.
No me den siempre órdenes y más órdenes, si a veces me pidieran las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto.
Cumplan sus promesas, buenas o malas. Si me prometen un premio, quiero recibirlo y también si es un castigo.
No me comparen con nadie (especialmente con mi hermano), si me presentan como mejor que los demás alguien va a sufrir y si me hacen lucir peor que los demás, seré yo quien sufra.
No cambien de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer, decídanse y mantengan esa decisión.
Déjenme valerme por mí mismo. Si lo hacen todo por mí, nunca podré aprender. Corríjanme con ternura.
No digan mentiras delante de mí, ni me pidan que las diga por ustedes, aunque sea para sacarlos de un apuro. Está mal. Me hace sentir mal y pierdo la fe en lo que ustedes dicen.
Cuando hago algo malo no me exijan que les diga el «porqué lo hice», a veces ni yo mismo lo sé.
Si alguna vez se equivocan en algo, admítanlo, así se robustece la opinión que tengo de ustedes y me enseñarán a admitir mis propias equivocaciones.
Trátenme con la misma amabilidad y cordialidad con que veo que tratan a sus amigos, ¿es que por ser familia no significa que no podamos ser también amigos?
No me pidan que haga una cosa y ustedes no la hacen, yo aprenderé a hacer todo lo que ustedes hacen aunque no me lo digan, pero difícilmente haré lo que dicen y no hacen.
Cuando les cuente un problema mío, aunque les parezca muy pequeño, no me digan «no tenemos tiempo ahora para esas pavadas», traten de comprenderme, necesito que me ayuden, necesito de ustedes.
Para mí es muy necesario que me quieran y me lo digan, casi lo que más me gusta es escucharlos decir: «te queremos».
Abrácenme, necesito sentirlos muy cerca de mí. Que ustedes no se olviden que yo soy, ni más ni menos que un hijo.
Marita Abraham aciprensa.com
EL PAJARITO Y LA POSTAL DE AGRADECIMIENTO
¿Has salvado alguna vez la vida de un pájaro?
¿Has recogido algún pájaro que había entrado herido o enfermo por tu ventana, o que quizás había chocado con tu coche, o que habías encontrado en alguna cuneta?
¿Lo has hecho?
Y, después, ¿has cuidado de él?
¿Lo has alimentado, has procurado curarlo?
Y, una vez curado, ¿has abierto la ventana para que se marchara?
¿Cómo te has sentido, cuando lo has visto elevarse volando?
Muy bien, ¿no?
Está claro, quizás no has tenido la ocasión de hacer esto, pero seguro que no te cuesta imaginar que, si lo hubieras hecho, te habrías sentido así de bien.
A gusto contigo mismo. Feliz.
Y que después no estarías mirando cada día el buzón, esperando encontrar una carta o una postal de agradecimiento del pájaro, o de su familia.
¿Verdad que no?
Ni dirías cada vez que sonara el teléfono:
–Caramba, no es el pájaro, ¡como mínimo me podría hacer una llamada de agradecimiento!
Ni esperarías que por tu aniversario te enviara algún regalito.
¿Verdad que no se te ocurriría nada de esto?
Ni lo pensarías.
Sencillamente… estarías contento!
Adaptación de un ejemplo de Bernie Siegel.
¿ESTÁS A PUNTO?
¿Estás a punto para olvidar lo que has hecho por los otros y hacer memoria de todo lo que los otros han hecho por ti?
¿Estás a punto para no hacer caso de aquello que el mundo te debe y pensar en todo aquello que tú debes al mundo?
¿Estás a punto para poner tus derechos en último lugar, tus deberes en medio, y las oportunidades de hacer algo más que tu deber, en primer lugar?
¿Estás a punto de ver que tu hermano es tan real como tú, y esforzarte para ir más allá de su rostro y llegarle al corazón?
¿Estás a punto para reconocer que la única razón noble de tu existencia no es sacar provecho o ventajas de la vida, sino aquello que eres capaz de dar a la vida?
¿Estás a punto para dar, para darte?
¿Estás a punto para cerrar tu libro de insultos contra el mundo y buscar a tu alrededor, muy cerca de ti, un lugar donde puedas sembrar unas cuántas semillas de felicidad?
SI PUDIERA VOLVER A EDUCAR A MI HIJO
Si pudiera volver a educar a mi hijo,
construiría su autoestima primero, y la casa después.
Pintaría más con el dedo, y señalaría menos.
Haría menos correcciones y más conexiones.
Apartaría los ojos del reloj y los utilizaría para mirar.
Me interesaría por saber menos y aprender a interesarme más.
Haría más excursiones y haría volar más cometas.
Dejaría de mostrarme seria y jugaría más en serio.
Atravesaría más campos y contemplaría más estrellas.
Daría más abrazos y menos tirones de orejas.
Vería el fruto en el árbol más a menudo.
Sería menos firme, y afirmaría mucho más.
Enseñaría menos sobre el amor al poder,
y más sobre el poder del amor.
LOS CONVENCIDOS
Los convencidos lo están mucho. No tienen ninguna duda. Se han, o los han, o siempre lo han estado. Han llegado solos o acompañados a la conclusión (de que aquella era la buena), o lo han estado desde siempre, o mejor: nacieron sabiéndolo. O mejor (o peor): sintiéndolo. Lo saben porque lo sienten, lo sienten y, por lo tanto, lo saben. Es esto, compañeros, es esto.
O no lo es, evidentemente que no lo es. Los convencidos lo saben, saben, no hace falta que se lo digas, no hay que explicárselo, que ya lo saben, que tú que tienes que saber, que ya no sabes, que tú no… Y sí, sobre todo, es mejor no llevarles la contraria. No porque no se ofendan, no se enfaden, no se ensarten… sino porque, convencidos, no cambiarán de opinión. No les hace falta escuchar otras razones. Porque las cosas, señores, cuando se está convencido, cuando se está decidido, son así, o asá, y ya está. Y basta. O no, de basta: hay de tan convencidos, que quieren transmitir su convencimiento. Más o menos vehementes, más o menos dialogantes, más o menos convincentes. Ellos, convencidos, quieren convencer. Y yo creo, que los convencidos, de hecho, tienen suerte. La suerte de haber llegado a conclusiones, suerte que no tienen los que dudan, los que lo repiensan, los que se mueven en los grises… o los que, simplemente, no están (tan) convencidos.
Isabel Yglesias – Revista Valores (valors.org)
CADA CARA ES UN MILAGRO
Un niño negro, con la piel negra, los ojos negros, el pelo crespo o rizado, es un niño.
Un niño blanco, con la piel rosa, los ojos azules o verdes, el pelo rubio y lacio, es un niño.
Ambos, el negro y el blanco tienen la misma sonrisa cuando una mano les acaricia la cara, cuando se les mira con amor y les habla con cariño.
Derraman lágrimas de la misma manera si se les contraría, si se les hace daño.
No existen dos caras absolutamente idénticas.
Cada cara es un milagro. Porque es única.
Aunque dos caras se parezcan, nunca serán totalmente las mismas.
La vida es justamente este milagro, este movimiento permanente y cambiante que nunca reproduce la misma cara…
Vivir juntos es una aventura donde el amor, la amistad, es un bonito encuentro con lo que no es yo, con lo que siempre es diferente de yo y que me enriquece.
Tahar Ben Jelloun